(4) La tormenta

Lunes, 15.11.2021

Foto por Tiago Almeida en Unsplash

Mi abuelita me abrazaba mientras cuatro hombres lo llevaban en sus hombros. Estábamos sentadas en la primera fila y fuimos las primeras en tirar la tierra encima de su ataúd.

Lo vi antes de que cerraran su ataúd. Tenía una cara tan serena. En ese momento solo esperaba que se hubiese ido sabiendo lo mucho que lo amé y seguiré amando.

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Aquella noche estaba lloviendo a jarros. Papá había salido a buscar un caballo que se había quedado atrapado en una valla. Cuando llegó la tormenta el pobre seguramente quiso esconderse en algún lado, pero no se dio cuenta de que el terreno en el que se había metido estaba rodeado por una valla.

Ya hacía una hora papá se había ido a rescatar al pobre animal. Cuanto más tempo pasaba, más me preocupaba. De repente escuché a alguien tocar la bocina.

— ¡Papá! — grité corriendo al porche.

De la pared de lluvia emergió primero la camioneta de papá y luego el remolque con el caballo herido adentro. Cuando papá apagó el coche y pude acercarme al remolque, vi que el animal, aparte de estar asustadísimo, tenía una herida enorme y algunas partes de la valla seguían en su cuerpo.

— Solo logré cortar lo suficiente para sacarlo de ahí, pero está tan asustado, que no hubo manera de quitárselo todo. — explicó papá al salir de la camioneta y se dirigió hacia la entrada del remolque. — Vamos a dejarlo en un box a que se calme y llamaremos al veterinario mientras tanto.

Asentí con la cabeza y me situé al lado de la puerta, por si el caballo decidiera huir y pisotearme. Papá bajaba la puerta del remolque con mucho cuidado y calma, ya que no era necesario alterar aún más al caballo.

La puerta se abrió y el caballo se volvió loco. Sus pupilas eran dos puntitos negros que casi no se veían en sus ojos azules, y nubes de aire brotaban de sus fosas nasales. Pero qué bello era…

Tenía el pelaje blanco como la nieve, su melena era dorada y los ojos más azules que el cielo en un día caluroso. Su cola era larga y parecía afilada con cada golpe repentino que daba. 

El caballo tenía mucha chispa y un carácter bien fuerte. No le dejaba a papá acercarse, no obstante logramos sacarlo del remolque.

Llovía muy fuertemente y el suelo era muy resbaloso. En uno de sus intentos a escaparse el animal se encabritó. Esta vez sus cascos alcanzaron a mi papá y él se cayó fuerte golpeándose la cabeza contra una piedra que sobresalía. El caballo se nos escapó. No pasaron ni unos segundos antes de que desapareciera detrás de la cortina de lluvia.

— ¡Papá! — grité intentando levantar a mi papá. — ¡Papá, levántate!

Tiraba de sus hombros desesperadamente, pero él no se movía. Al escucharme gritar salió mi abuelita.

— ¡Llama a la ambulancia, abuelita! ¡Por favor, rápido! — le grité llorando. — Papá, levántate, por favor…

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FIN (¿O será que continuará…?)

Espero que os haya gustado mi primera historia corta. ¡No veo la hora de leer vuestras opiniones!

Hasta el próximo lunes,

Vuestro Troll

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