(12) Nuevos comienzos

 Lunes, 10.01.2022


Foto por Annika Treial en Unsplash

Ha llegado el día. Sheryl estaba muy inquieta, ya se le notaba la tensión. Yo no podía contener la ilusión que me hacía ver el bebé que estaba a punto de salir de su barriga. Ya había pensado de los nombres para el potro, he inventado uno para cada sexo que pueda salir.

Me encontraba junto a Sheryl en su box. Los demás caballos también sintieron que el bebé ya estaba preparado para dejarse ver, por lo tanto, todos estaban igual de inquietos. Algunos relinchaban de vez en cuando para dar rienda suelta a su agitación.

De repente Sheryl se acostó y en aquel instante supe que era el momento para ayudarle. Me coloqué detrás de ella. La yegua empezó a gemir y jadear y entonces unos pequeños cascos comenzaron a salir lentamente.

- Dale, ¡empuja un poquito más! - intenté animarla. Cogí tan delicadamente como podía las piernitas del potro para ayudar a Sheryl a sacarlo. A la una... a las dos... y... ¡tres!

Lo que vi no era como nada que he visto en mi vida. Era el animal más perfecto que han visto mis ojos. Era una hembra. Una potra. Tenía el pelaje de color castaño claro, muy parecido al de Sheryl, pero con un toque de Vendaval. Era fuerte. A pocos segundos después de haber nacido ya intentó pararse y lo logró. Eso lo heredó de Vendaval, no cabe duda. Sheryl se paró pocos segundos después. La potra de una vez reconoció a su mamá y se acercó a buscar leche. Inteligencia tampoco le faltaba y eso era un rasgo que recibió de su madre.

Todos los nombres de los que había pensado no sirvieron de nada. No encajaban con la personalidad de la bebé. Entonces, el nombre que elegí para ella fue Aurora. La que llega e ilumina el día después de una noche oscura. Le pegaba perfectamente.

Sin duda, era el día más feliz desde que murió mi padre. La llegada de Aurora me recordó lo bella que es la vida. Me hizo creer que todo en esta vida pasa por algo. Cuando murió mi papá, pensé que fue por culpa de Vendaval y por un tiempo llegué a odiarlo. Ahora es el mismo caballo que acaba de darme la oportunidad de celebrar una vida nueva. El ciclo de vida no se para, sigue fluyendo. Un ser vivo muere para que otro pueda nacer.

Por fin pude comprenderlo. Fue la realización a la cual tanto necesitaba llegar durante todo aquel tiempo después la muerte de mi padre. Anhelaba encontrar algún propósito a mi vida después de perder a la persona más importante que tenía. Y me di cuenta de que no pudo ser antes. Por algo mi propósito tenía que llegar justo ahora. Y se llamaba Aurora.

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